04-XII-2011. SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

Lecturas: Is 40, 1-5. 9-11; 2P 3, 8-14

Salmo Responsorial: Sal 84, 9-14
R/. "Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación".

Evangelio
Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el Profeta Isaías: "Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino". Una voz grita en el desierto: "Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos. Juan bautizaba en el desierto: predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: "Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo".

Marcos 1, 1-8

Reflexión

¿PODEMOS CAMBIAR?

Cientos de personajes llenan las páginas de la Biblia, personajes que cumplen una misión y desaparecen para siempre. El Adviento tiene su personaje, Juan Bautista, el telonero de Jesús. Juan Bautista, predicador del desierto, anuncia el comienzo del evangelio de Jesucristo, le prepara el camino y desaparece. Juan Bautista tiene que disminuir, Jesús tiene que crecer. Sólo Jesús y su Buena Noticia permanecen para siempre.
La conversión, sermón predicado miles de veces por todos los predicadores del mundo, sería el título del primer sermón de Juan Bautista en el desierto, escenario nada eclesial para un predicador.

La conversión que predica Juan Bautista, el cambio que me pide es más profundo que desaprender catecismos y creencias viejas, es más que decir "no" a un pasado incambiable, es decir "sí" al evangelio de Jesucristo, comienzo de todo cambio, no es hacer más cosas  para justificar mi existencia, es hacer menos, es tener una actitud nueva y centrada en lo importante, no lo interesante.

Marcos comienza el evangelio de una manera sencilla, no nos habla de pastores ni de ángeles ni de una algarabía celestial. Desde el inhóspito desierto grita una sola palabra: PREPARAD un camino al que viene, al que bautiza con Espíritu Santo, preparad un camino que lleve al corazón, la geografía más escarpada de la tierra.

La conversión es fruto de una profunda y sincera relación con Dios.

¿Podemos cambiar? Por supuesto, porque hacer una opción verdadera y auténtica por Jesucristo nos hace relativizar toda la calderilla de las religiones, las cosas de la ciudad, sus doctrinas, sus ruidos y sus modas nos lleva al desierto, lugar donde Dios nos habla y nos llena de savia nueva. El desierto es el lugar donde entro en relación con Dios, el guía del camino. Cada uno de nosotros tenemos que descubrir nuestro desierto donde Dios sale a nuestro encuentro y nos habla al corazón, nos consuela y nos trae del exilio a la tierra prometida, a su reino.

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