18-III-2012. CUARTO DOMINGO DE CUARESMA

Lecturas: 2Cro 36, 14-16. 19-23; Ef 2, 4-10

Salmo Responsorial: Sal 136, 1-6
R/. "Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti ".

Evangelio
En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: "Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acera a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios".

Juan 3, 14-21

Cita
Por la obediencia de uno (Cristo), todos se convertirán en justos. (Rm 5, 19)

Reflexión
Hoy, el evangelio de Juan que hemos proclamado nos invita a interiorizar y memorizar el versículo más conocido, más repetido y más predicado de toda la Biblia, el versículo 3, 16 del evangelio de Juan. “Dios amó tanto al mundo que nos dio su Hijo único para que todo el que crea en él no perezca sino que tanga vida eterna”.

Juan 3,16 según Lutero es un evangelio en miniatura. La creación de Génesis es la primera bendición de Dios. La cruz es la gran bendición de Jesús para todo el mundo. Decir que Dios es omnipotente, omnisciente, omnipresente, inmutable, eterno es no decir nada que nos acerque e ilusione.

Juan 3,16 nos dice lo único que se puede decir de Dios, que Dios es amor. La palabra amor se convierte en estéril y banal en abstracto. Necesita hacerse concreta y tangible en algo, en alguien. Tan grande es su amor que amó no a los buenos, no a los malos, no a la iglesia, no a mí, sino al mundo, a su creación, a todo lo que creó, el mundo de los santos y el de los pecadores, el mundo cada día más enemigo suyo, pero cada día más amado. La palabra amor se hizo visible y concreta en el hijo, en la cruz de Cristo. A este mundo de los hombres le dio todo lo que tenía en la persona de su hijo. Dar significa sufrimiento del hijo y sufrimiento del padre.

Juan 3,15 es el versículo gemelo e inseparable de Juan 3,16: “Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así también el hijo del hombre tiene que ser levantado para que todo el que crea en él tenga vida eterna”. La serpiente del libro de los Números, levantada en el desierto, no era un castigo sino una sanación para los mordidos por las mil y una picaduras de las pasiones humanas. Pero había que levantar los ojos y mirarla con fe.

Jesús levantado en la cruz, extramuros de la ciudad, es también sanación, perdón, amor que nada pide y todo da, para los que levantan los ojos con fe. Sólo la fe salva, sana y abre la puerta del amor de Dios. Juan no sabe nada de listas interminables de pecados como Pablo.

Creer significa confiar y después vivir como si confiáramos. Vivir la vida en la confianza de que Dios es bueno, Dios se preocupa de nosotros, nos rodea con su amor y nos convoca a servir a los demás, única forma de amar de verdad.

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